miércoles, 10 de febrero de 2010

EL PAPEL DEL CARAMELO O LOS DAÑOS COLATERALES DE LA CONCIENCIA CIUDADANA

Es curioso como de un tiempo a esta parte ya no oímos a nadie decir que quiere ser ciudadano del mundo. Quizás porque en estos tiempos ya vivimos todos revueltos y no sabemos si vamos o venimos o nos quedamos en la misma ciudad. Que conste que no tengo nada en contra de que personas de distintas culturas vivamos todos juntos, más bien al contrario, gracias ya las mezclas y el intercambio de ideas y fluidos la humanidad avanza. Sin embargo, y aunque a veces nos cuesta asumirlo, todos tenemos que seguir unas normas básicas de convivencia, más que nada por mantener la paz .

Todo esto nos lleva a que por no tirar al suelo los papelillos los vamos guardando en los bolsillos hasta que encontramos en nuestro camino una papelera. Un respiro en el dilema del reciclaje, en la papelera va todo: porque el pañuelo de papel con mocos ¿Dónde se recicla? ¿y el chicle mascado liado en su envoltorio para no manchar? Pues en la papelera del paseo y todo resuelto.

Ahora bien, antes de terminar en la papelera estos residuos hacen un descanso en nuestros bolsillos junto con otras muchas cosas que nos son de relativa utilidad y cuando tienes que recurrir a encontrar esa moneda o ese clip guardado para un momento especial. Los mejores momentos nos lo proporcionan nuestros bolsillos en los aeropuertos. Te pones en la fila para facturar y para calmar los nervios y pasar el tiempo te comes un jugoso caramelo u una chocolatina y para no perder ni la costumbre ni el puesto en la fila te guardas la envoltura en el bolsillo. Llegas al control de seguridad y de repente te ves sin zapatos sujetándote el pantalón porque ya no llevas el cinto y aquello que pita y pita cada vez que pasas. Todo porque lo único que te quedó en los bolsillos fue una bolita de papel de plata donde iba aquel buenísimo caramelo.