miércoles, 10 de febrero de 2010

EL PAPEL DEL CARAMELO O LOS DAÑOS COLATERALES DE LA CONCIENCIA CIUDADANA

Es curioso como de un tiempo a esta parte ya no oímos a nadie decir que quiere ser ciudadano del mundo. Quizás porque en estos tiempos ya vivimos todos revueltos y no sabemos si vamos o venimos o nos quedamos en la misma ciudad. Que conste que no tengo nada en contra de que personas de distintas culturas vivamos todos juntos, más bien al contrario, gracias ya las mezclas y el intercambio de ideas y fluidos la humanidad avanza. Sin embargo, y aunque a veces nos cuesta asumirlo, todos tenemos que seguir unas normas básicas de convivencia, más que nada por mantener la paz .

Todo esto nos lleva a que por no tirar al suelo los papelillos los vamos guardando en los bolsillos hasta que encontramos en nuestro camino una papelera. Un respiro en el dilema del reciclaje, en la papelera va todo: porque el pañuelo de papel con mocos ¿Dónde se recicla? ¿y el chicle mascado liado en su envoltorio para no manchar? Pues en la papelera del paseo y todo resuelto.

Ahora bien, antes de terminar en la papelera estos residuos hacen un descanso en nuestros bolsillos junto con otras muchas cosas que nos son de relativa utilidad y cuando tienes que recurrir a encontrar esa moneda o ese clip guardado para un momento especial. Los mejores momentos nos lo proporcionan nuestros bolsillos en los aeropuertos. Te pones en la fila para facturar y para calmar los nervios y pasar el tiempo te comes un jugoso caramelo u una chocolatina y para no perder ni la costumbre ni el puesto en la fila te guardas la envoltura en el bolsillo. Llegas al control de seguridad y de repente te ves sin zapatos sujetándote el pantalón porque ya no llevas el cinto y aquello que pita y pita cada vez que pasas. Todo porque lo único que te quedó en los bolsillos fue una bolita de papel de plata donde iba aquel buenísimo caramelo.

EL TIEMPO METEORO¿LÓGICO?

Me gustaría saber quién fue esa sabia persona que dijo que, en estas mis islas afortunadas, la temperatura es constante todo el año y el sol radiante. Ahí, en la España peninsular este año estáis viviendo un año de nieves, pero aquí, en la cumbre gran canaria el termómetro ronda el grado. Mi isla, la más africana de todas, por aquello de su proximidad con el continente, no llega a ver bajar tanto el termómetro, pero en cambio nos vemos sumergidos de vez en cuando en una neblina un poco diferente., una neblina que no moja, más bien rasca, ya que la calima nos sumerge en un ambiente de polvo en suspensión.


Normalmente no nos podemos quejar de que haga frío, cierto es que los termómetros pocas veces alcanzan los 10 grados. Sin embargo los constipados los cogemos gracias a las diferencias térmicas entre la noche y el día. Por la mañana sales de casa con chaqueta pero a eso del mediodía lo que estás necesitando es una rafaguita de aire que se lleve la calufa. Por la tarde en cuanto el astro rey se marcha vuelves a necesitar la “R-E-B-E-Q-U-I-T-A”,. Si eres de los que tiene que pasar el día fuera de casa de un lado para otro, no te queda más remedio que armarte de paciencia y cargar con una maleta o moverte con una caravana. No es que nos invadan los turistas es que vamos como los caracoles.

Personalmente me inclino más por la rulot, que en verano nos sirve para acampancar cerquita de la playa (siempre que la Beremétita y la ley de costas no nos lo impidan, claro)

AÑO NUEVO,¿VIDA NUEVA?

Una de las cosas más curiosas que tiene esta humanidad a la que pertenecemos es, en mi opinión, esa extraña costumbre que se resume en: Año nuevo, vida nueva. Como si de un segundo para otro las cosas se pudieran cambiar. Todos, o casi todos, aprovechamos este momento tan señalado del año para intentar dejar atrás esos malos hábitos que nos molestan de nosotros mismos e iniciar, con toda la voluntad del mundo, otras cosas más saludables o al menos que nos acerquen más a la felicidad.

Hay que ver qué pena me da cuando oigo: Este año dejaré de fumar….o…..iré más al gimnasio….o….aprenderé inglés. Pero si estas cosas nunca se cumplen. Empezamos con toda ilusión como si de verdad lo fuéramos a cumplir. En la mayoría de los casos no llegamos a cumplir lo que nos proponemos ni medio año. Y les pregunto yo: Si nos hemos pasado media vida sin ir al gimnasio, o bebiendo cervecita tras cervecita ¿qué prisas nos entran ahora por cambiar de hábitos?.

Propongo que en vez de cambiar de hábitos, que ya no los llevan ni en los conventos, reflexionemos, mantengamos y fomentémonos todas aquellas cosas que hacemos y que de verdad nos hacen sentir bien.
A los que se proponen peder montones de kilos, que disfruten un día a la semana al menos comiendo felizmente. ¡Viva el huevo frito y el colesterol!
A los que quieren proponerse en el gimnasio, ¿no tienen ya bastante con las prisas del ritmo diario? ¡Viva el sofing y la siesta.!
Dejen el rendimiento al máximo y pierdan un poquito de tiempo dedicándoselo a sí mismos, aunque sea a la vida contemplativa o a mirarse el ombligo.