sábado, 22 de mayo de 2010

Fiestas de cumpleaños

.Cada año es un dilema, ¿lo celebro o no lo celebro?. Claro que no vas a dejar de agasajar a tus seres queridos ni lo vas a hacer con cualquier cosa. Si el cumpleaños cae entre semana lo salvamos con café con tarta o pasteles, pero si cae en fin de semana la cosa se complica. Hay quien .las por fiestas temáticas, la fiesta de las flores, la fiesta blanca, o roja o verde, aquí te arriesgas a que los que vienen no lo acepten demasiado bien. Personalmente estas fiestas me gustan más para niños pero para adultos veo más adaptadas a todos los gustos  las barbacoas. Otra variante son las fiestas sorpresas, eso si, tienes que contar con un número de amigos dispuestos a colaborar y que no metan la pata y estropeen la sorpresa.
Además de la tarta y las velas en los cumpleaños encontramos grandes clásicos, coca cola, gusanitos rojos, sándwich de foigrás o mortadela, patatas fritas, vasos de plástico, gorritos, caramelos, kilos, panchitos, tortilla de patata  cortada en cuadraditos y con un montón de palillos pinchados, servilletas de papel y  si es de ,los cumpleaños buenos a gente buscando una silla donde sentarse.
Por fin llega el momento de partir la tarta y escuchar lo mal que cantan tus 
amigos el cumpleaños feliz, porque mira que suena mal esa cancioncilla cuando te la cantan, tu te pones rojo, pero no sabes si por la vergüenza que te da que te vean todos haciendo algo tan absurdo como soplar velas o porque te da más vergüenza aún lo mal que cantan tus amigos.
Ya sólo queda lo mejor abrir los regalos, dar a todos las gracias, mostrándote emocionadísimo y recoger, recoger todo el caos  de papeles y cosas varias que han quedado invadiendo la cocina y el salón de la casa, y por supuesto aprovechar la ocasión para encontrar cosas que creías perdidas y recolocar las nuevas que te han dejado tus amigos, porque después de las Navidades este es otro de esos momentos especiales del año en los que esperamos que nos regalen todas esas cosas que no nos atrevemos a comprarnos.

El día de la madre

Como todas las cosas que merecen la pena en esta vida van evolucionando con nosotros, el día de la madre no podía ser menos. De pequeños le regalamos una cosa de arcilla a la que llamamos cenicero y, que después de un tiempo prudencial, nuestra madre hace que desaparezca en el limbo de las cosas olvidadas. Durante unos pocos años a nuestra madre le regalamos tarjetas y toda suerte de manualidades que nuestros profesores  nos sugieren.
Será en una segunda etapa cuando recurramos a nuestros padres o hermanos mayores para buscar un regalo digno de nuestra madre: un pañuelo, flores, una figurita horrorosa, un bote de colonia. El siguiente  estadio de esta singular transformación pasa por esa fase hippie no materialista que todos tenemos. Es entonces cuando nos empeñamos en hacer algo con nuestra madre, algo por lo que nos sentimos  en deuda, algo que pensamos que a ella le haría ilusión.
Van  pasando los años, las modas cambian, las ideas se agotan, ya hemos regalado música, discos, ropa y ahora llega el momento en que sentimos que nuestra madre pertenece a otra época y tenemos que ayudarle a vivir en la actualidad, le regalamos un teléfono móvil o un ordenador o un super robot de cocina. Aquí es cuando nuestra madre se siente realmente desbordada por sus adorados hijos.
Ella, por su parte, se ve en el compromiso de invitarte junto con el resto de la familia a comer, porque no nos engañemos, el día de la madre es otra de las celebraciones que nos obliga de manera más o menos grata a reunirnos alrededor de una  mesa con los que más queremos, aunque luego nos digamos de todo menos bonito y no nos soportemos.
Desde la isla tranquila levanto mi copa y dedico mi brindis de hoy a todos las madres, a los días  que pasamos en familia y por supuesto a todos los madrileños.